Ellos no saben
De
esos sacudones no se volvía fácilmente. Tuvo que sentarse un rato en la cama,
prender la luz, mirar el celular, comprobar que el mundo seguía ahí aunque
cerrara los ojos y se sumergiera en otro. Chequeó las redes sociales, había
gente que twitteaba mientras otra dormía, había gente que dormía mientras otra
se despertaba de pesadillas, había gente que se despertaba de pesadillas
publicando en las redes con otro nombre que no era el propio, había gente que
publicaba en nombre de famosos. Pensó que ellos no eran ellos y esa idea no la
tranquilizó, era la imagen de un espejo roto que le devolvía percepciones
fracturadas de una realidad que no parecía real.
Al
final, era así, de esos sacudones no se volvía fácilmente. Todavía sentía las
piernas un poco pesadas, como si realmente hubiera estado tratando de escapar
de algún lugar. Pasó cierto tiempo hasta
que decidió levantarse. Algo más, aparte de la tibieza de su cuerpo, la retenía
sumergida entre las sábanas, casi inmóvil, dudando sobre cruzar ese límite del
pie adentro o afuera de la cama. Pero necesitaba ir al baño, y de a poco la luz
del velador iba dispersando la oscuridad en la que se había sumergido. Se
levantó. Apoyó los pies en el piso frío y ese mismo frío se llevó cualquier
vestigio de calor que su cuerpo conservara.
Mientras
se sentaba en el inodoro sintió a la noche entrar por el ventiluz y pudo olerla.
Cada tanto se hurgaba la mirada en el espejo que tenía en frente. Pudo
reconocer el miedo a encontrarse con ellos. Temía verles la cara, descubrir
bajo qué máscara se ocultarían ahora.
Faltaba
poco para que empiece a aclarar y no quería volver a acostarse. Se puso algo de
ropa, quiso recuperar la tibieza de la cama. Arrastró los pies hasta la cocina,
simulando un paseo sonámbulo, sin mirar el espejo del comedor, porque le
resultaba inevitable el miedo a encontrarse junto a ellos en el reflejo de la
habitación apenas iluminada. Entonces, salió al balcón como un gesto para
comprobar que había otra realidad y seguía ahí. En la vereda de enfrente, bajo
la noche que se desplomaba en frío, dormían tres chicos tapados con frazadas y
bolsas. Sintió vergüenza de sí. Del calor que buscaba encontrar en su ropa, del
miedo a los fantasmas que le hacían prender la luz en el medio de la madrugada.
Afuera
se revolvía la miseria, la misma que revolvía el hombre en el conteiner de
basura que estaba en la calle, que también era la suya.
Entró
a la casa y se detuvo frente al espejo. En el reflejo no encontró más que su
propia imagen, sola, en una habitación con poca luz, ni siquiera los fantasmas,
ni siquiera los pibes que dormían enfrente sabían, qué sola estaba aún con
ellos.
Muchas gracias por tu lectura y tus palabras, José. Los encuentros siempre son gratos, salud por eso! Abrazo!
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